miércoles, 6 de agosto de 2014

LA MOTIVACION Y EL COMPROMISO DEL DEPORTISTA



No pensaremos si queremos que un jugador trabaje para nosotros. La pregunta es si él querrá hacerlo con nosotros”.

Promover un estilo de vida en el que las personas practiquen alguna actividad física, no sólo en la niñez o el la juventud sino a lo largo de todo su vida, es fundamental. En la niñez existe la educación física de los colegios, que sienta unas bases fundamentales de hábitos y prácticas saludables. En la adolescencia podemos encontrar en los clubes y asociaciones deportivas, la actividad física que queramos de forma más específica. Ya a estas edades se pierde, por desgracia, gran parte de los potenciales practicantes. A partir de aquí, nos encontramos con muchos casos donde las prácticas esporádicas brillan por su presencia. Escuchamos muchos propósitos, aquello de… “voy a apuntarme al gimnasio” o “voy a salir a correr todos los días”; sobre todo en Enero y en verano. 
En el primer caso de la niñez, esta educación a través del movimiento es obligatoria, encontrándose enmarcada en los contenidos del área de educación física que marca la LOMCE (recientemente aprobada). En el segundo, aunque también existe la asignatura de educación física en el instituto, la decisión de participar en un club deportivo es opcional; al igual que en el tercer caso.
Es esta característica, la opción, la que nos va a llevar a hablar del compromiso. Puede ser individual (apuntarse al gimnasio, salir a correr, deportes individuales) o grupal (deportes de equipo). Sin compromiso no habrá resultados, por lo que se antoja que es un valor esencial en la práctica deportiva.
Así, podemos hablar de “motivación” como elemento que puede contribuir a desarrollar el compromiso deportivo del deportista. Basándonos en Boixadós (2004) existirían tres tipos de motivación:

- Motivación orientada al ego, donde lo que quiere el deportista es ser mejor que los demás.
- Motivación orientada a la tarea, donde lo que quiere el deportista es una mejora personal.
- Motivación orientada al ambiente creado por familiares, árbitros, amigos, organizadores, etc. y que suele tener mucha relación con la orientada al ego (comparaciones con otros equipos o deportistas), más que hacia la tarea (valorar el aprendizaje personal).

Una vez que hemos introducido la motivación, pasaríamos a hablar de “compromiso”. El compromiso de un deportista sería la disposición psicológica de éste a través de la cual decide y quiere seguir practicando ese deporte. Además, dicho compromiso estará determinado por el grado de motivación que obtenga de la participación en el mismo.

Diversos estudios exponen que la motivación del deportista hacia la tarea y que el entrenador prime un clima en este mismo sentido, promueven la satisfacción por la práctica deportiva, es decir, fomentan el compromiso. A partir de aquí, no pensaremos si queremos que un jugador trabaje para nosotros. La pregunta es si él querrá hacerlo con nosotros. Por lo tanto, para que esto ocurra, debemos trabajar y potenciar aquellas acciones que contribuyan  al compromiso deportivo, al tiempo que nos ayudamos de las familias, especialmente los padres y las madres.
Algunas de las acciones que, desde nuestro puesto de entrenadores, podemos realizar son:

- Ayudar a que los deportistas se marquen objetivos personales y la elaboración del plan de acción para llegar a ellos.
- Realizar hojas de registro individuales donde el deportista pueda ver y por lo tanto ser consciente, de su progreso personal. Si se va cumpliendo el plan de acción tal y como lo habíamos planificado.
- A la hora de darle feedback, utilizar la “técnica del sándwich” donde en primer lugar expresaremos algo positivo de la acción realizada, después le informaremos sobre como puede mejorar el error cometido y por último volvemos a reforzarle positivamente.
- Utilizar a un compañero para que evalúe sus progresos. Sentirse valorado por el grupo es fundamental para estar motivado y comprometido.
- Plantear acciones variadas, abiertas o cerradas, no repetitivas, donde los retos de superación personales estén presentes.
-   Los objetivos de nuestras acciones estarán orientadas hacia la tarea y no hacia el ego.
- Utilizar ejercicios y juegos cooperativos, alternados con ejercicios y juegos competitivos. Lo primeros fomentarán la cohesión del grupo que nos ayudará posteriormente en la competición contra rivales.
- Implicar a los deportistas en algunas de las decisiones de los entrenamientos. Esto le hará sentirse parte de algo, parte del equipo.
- Posibilitar oportunidades y tiempo para el progreso de todos los deportistas. Algunos tardarán más y otros menos en lograr sus objetivos personales pero todos deben conseguirlo.

Para concluir, decir que estas estrategias deben ser flexibles y adaptativas a los diferentes tipos de grupos, situaciones o entrenadores. En cualquier caso, éstas u otras estrategias fomentarán un adecuado clima de trabajo, repercutiendo en un mejor rendimiento y mayor satisfacción con la práctica deportiva de cada deportista.

Por otro lado, comentar que estas acciones tienen más influencia en deportistas que se encuentran en etapas de formación (desde benjamín hasta cadete) pues son más moldeables. Con jugadores de categorías superiores a éstas, debemos modificar algunas estrategias, pues la competición tienen un valor añadido para ellos y, cuando buscamos cierto rendimiento (no solamente formar), se hace necesaria la existencia conjunta de orientación a la tarea y al ego (predominando siempre la orientación a la tarea). De esta forma, conseguiremos que el deportista tenga una alta implicación hacia la tarea en los entrenamientos, con los beneficios que ello conlleva, y que en la competición tenga una alta implicación tanto al ego como a la tarea, deseando por tanto ser mejor que los demás y ser mejor que uno mismo.