¿Cómo sería un equipo
lleno de jugadores que saben racionalizar sus ideas? ¿Y un equipo repleto de jugadores
que sabe pensar? Todas las personas nacemos con la capacidad de pensar aunque
después, no siempre ponemos en práctica ese pensamiento que nos hace analizar
las situaciones y establecer las consecuencias de las acciones que realizamos a
lo largo del día.
Es por esto que,
enseñar a pensar a nuestros jugadores, es fundamental desde la base.
Los niños y niñas
aprenden y piensan de forma diferente, a lo largo de las diferentes etapas de su
vida, debido entre otras cosas a su estructural mental y de su cerebro.
Hablando del deporte, pasan de querer ser los primeros en participar en las
actividades que propone el entrenador (en las primeras etapas, desde los 6 a
los 12 años), a “escaquearse” tratando de que sean otros compañeros los que
tomen la iniciativa (de los 12 años en adelante). Es decir, pierden el interés
por aprender y sólo se fijan en cumplir con la obligación de no fallar las
acciones propuestas en entrenamientos y partidos. Esto puede convertirse en el
primer paso para el fracaso individual deportivo y por ende, del equipo. Sin
motivación para aprender es difícil obtener buenos resultados.
¿Qué ocurre para
que se produzca este cambio? Podemos decir que el sistema de enseñanza –
aprendizaje que utilizamos los entrenadores no es el adecuado, matando las
ganas de muchos jugadores, y acabando con su capacidad de pensar.
Para comenzar a
enseñar a que nuestros jugadores piensen y cambiar esa dinámica de la enseñanza
deportiva tradicional, debemos basarnos en un buen sistema de preguntas a
través del cual, guiemos a nuestros jugadores a que sean ellos mismos los que
den con la respuesta correcta.
“Tenemos varias opciones
de finalización de una jugada ofensiva”, se las mostramos a un jugador y le preguntamos
cuál escogería para obtener éxito. Probablemente el jugador elija aquella que
más fácil le parezca. Enseñar al jugador a pensar supone hacerle ver que antes
de tomar una decisión debe valorar algunas cosas. Debe hacerse preguntas del
tipo: ¿me va a ayudar a mejorar como
jugador? ¿Qué solución nos va a hacer crecer más como equipo? ¿Es la acción que
aparentemente parece más fácil, la mejor?
Ofrecerle al jugador
esa capacidad de decisión y darle las herramientas para que aprenda a tomar
decisiones basadas en preguntas que se hacen previamente, nos permitirá enseñarle
a tomar decisiones con destreza:
¿Por qué tengo
que tomar una decisión y saber cuál es la adecuada? ¿Cuáles son mis opciones? ¿Cuántas
opciones puedo escoger? Y ahora una gran pregunta: ¿Cuáles son las
consecuencias probables de cada opción? ¿Qué importancia tienen esas consecuencias
para mi mejora y la del equipo? ¿Qué opción es la mejor una vez analizadas
todas las consecuencias?
De esta forma, es
como se construye que un jugador aprenda a pensar por sí mismo. Enseñémosle
este tipo de preguntas. Primero formulándoselas nosotros para que poco a poco
sea él el que se las haga a sí mismo y pueda convertirlas en un hábito que se ejecute
de forma natural y rápida.
Muchos pueden
pensar que esto no es sencillo, que un jugador de base no es capaz de entender
este tipo de preguntas, pero esto no es así; sí entienden, sólo es necesario
utilizar un lenguaje diferente, sencillo y adaptado a la edad que tengan.
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