sábado, 29 de noviembre de 2014

EL TRATAMIENTO DE LOS JUGADORES CONFLICTIVOS



Según avanzan los tiempos, adquiere más valor lo que los jugadores aportan a los equipos de forma global, no solo a nivel técnico, físico o táctico sino también a nivel emocional, actitudinal y conductual. Con estos tres últimos aspectos, buscamos el valor añadido que aporta cada jugador más allá del aspecto deportivo.

Así mismo, todo el mundo sabe que para llegar al rendimiento máximo, influye mucho el ambiente dentro del equipo. Estar a gusto, con los compañeros y entrenadores, ayudará al jugador a dar lo máximo de él mismo.

En cambio, quizás por falta de tiempo, por desconocimiento o por querer anteponer otros aspectos, muchísimos equipos no prestan atención al ambiente interno que se respira en él. El máximo potencial de los equipo son sus jugadores y el que estén a gusto debería ser prioritario, ya que influye directamente en su rendimiento y motivaciones.

Dentro de este ambiente, muchas veces hablamos de los entrenadores inadecuados que crean problemas; pero también hay muchos jugadores problemáticos o conflictivos que siempre ven o tienen algún problema.
Lo primero que tenemos que hacer es tener en cuenta si es una situación ocasional o nos muestra una actitud negativa en general. Cualquier jugador puede ser en un momento dado conflictivo si discrepa con más vehemencia de la habitual o se siente injustamente tratado ante una decisión o la ausencia de minutos que pensaba merecer. Es por esto que  debemos ser muy prudentes a priori y no prejuzgar a los jugadores sin averiguar qué está pasando realmente y por qué.
 
Muchas veces una buena conversación en la que se aclaren las cosas y se indique lo que está bien y lo que está mal es suficiente para cortar el problema. Pero ¿Y si continua? ¿Y si nos enfrentamos a un verdadero jugador conflictivo?
Ahí es donde debemos actuar con rigor. Si estamos ante un jugador que resulta ser una persona problemática, bien porque es difícil de tratar, o porque  sus formas apabullan a los que le rodean, o porque trabaja mal, o pierde el tiempo y se lo hace perder a los demás, o porque influye negativamente en el equipo, o porque no quiere asumir la filosofía del equipo, debemos tomar decisiones.

A continuación identificamos algunas de las personalidades de este tipo de jugadores y algunas posibles soluciones para contrarrestar su influencia negativa en el equipo:

- El Egocéntrico: siempre trata de sacar provecho de las situaciones para él y se cree el centro del universo. Debemos fomentar las actividades y ejercicios donde sin la ayuda de los demás, él no consiga sus objetivos.
- El Tardón: desconoce el significado de la puntualidad y siempre tiene excusas para los sus retrasos. Podemos acumular su tiempo de tardanza o hacerle quedarse un poco más tarde de su horario de entrenamiento para compensar la llegada, recogiendo el material, arbitrando en la competición escolar o ayudando a equipos de menor categoría.
- El Inmaduro: se quedó en la niñez, siendo poco productivo y no realizando nada por voluntad propia, a no ser que se le de el trabajo hecho. En este caso es necesario observarlo para que descubrir qué le mueve, qué le gusta hacer, que le motiva y desarrollar tareas que le lleven a desarrollar sus aptitudes.
- El Sabelotodo: cree que sabe más que nadie, incluido el entrenador. A este tipo de jugadores hay que dejarles claro desde el principio cual es su rol y éste, no es el de entrenador. Aprovechar que todo se lo toma como un reto para que beneficie al equipo. Si el equipo mejora, él también.
- El frustrado: se queda inmóvil ante la presión y huye de responsabilidades. Importante y necesario preparar un plan de acción para eliminar sus miedos y convertirlos en fortalezas.
- El chismoso: busca distorsionar la reputación de sus compañeros o entrenador. No les preocupa exagerar o mentir. En estos casos debemos atajar los rumores. Córtale en cuanto empiece a hablar mal de alguien. Ten cuidado con lo que le cuentas. Aunque simule lealtad, utilizará la información en su propio beneficio. Si el chismoso tiene problemas con sus compañeros o entrenador, actúa con justicia. Asegúrate que asume su parte de responsabilidad y, si es necesario, toma alguna iniciativa sancionadora.
- El tirano: es arrogante, vanidoso e incluso a veces maleducado. No acepta las críticas y le cuesta cooperar. Suele intimidar a sus compañeros. Sin embargo, también suele ser inteligente, metódico y muy competitivo. No evites las confrontaciones pero éstas deben transcurrir en privado y sin entrar en conflictos personales. Adjudícale tareas difíciles. Enséñale a respetar a los demás. No toleres la falta de educación y respeto hacia los demás miembros del equipo. Si ha formado un “clan”, disuélvelo. 
- El quejica: se queja siempre, nunca nada le viene bien y cuando surge un problema la culpa es de todos menos de él. La escucha alimenta la queja, así que no prestes atención a sus quejas, aunque si debes enfrentarla hazlo siempre desde la objetividad. De igual forma es contagiosa, por lo que debes evitar que encuentre aliados. También podemos responder con más trabajo sobre lo que provoca la queja.

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